lunes, 24 de noviembre de 2008

Autorretrato de un hipócrita

Yo, modestamente, soy el mejor del mundo.

Tengo la modestia exacerbada

que exalta mi orgullo como a un león.

Modestamente me peino una cabellera

tan sedosa como la piel de un guepardo.

Desorbitadamente y sin exagerar

puedo decir, modestamente,

que tengo el rostro como un verdadero sol radiante,

unas manos de Sansón,

unos labios dignos de un arcángel.

Tengo la necesidad de ocultar mis otras dotes

para evitar que una manada de mujeres

se me cuelgue de las rodillas.

Con la más elocuente modestia

concurro a conferencias sobre arqueología aborigen,

procurando no despegar los labios

con tal que no se percaten

de mi más unánime inteligencia

y mi modestia.

Modestamente, trataré de escribir

sin que el talento me brote por los poros

a fuerza de que nadie salga humillado

en sus más hondos sentimientos humanos.

Pero creo que será mejor dejar de acariciar la belleza

con mi pluma excelsa,

y quiero, para terminar,

que quede bien claro que, si yo no hubiese existido,

jamás podríamos estar hablando de modestia.

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