viernes, 28 de noviembre de 2008

La vida de un griego

la vida de un griego

es como la de un gato que mira por una ventana

desde fuera de la casa

con la rota nariz sin pensamiento

sin ojos de huérfano

ni pequeña cámara de luz como negro abismo de información

simulando mirada perdida y rota

más rota que su hocico de perro

de griego que ronronea desde el siglo

de los griegos que se gritan a coro himnos heroicos

como gato que salta atlético el tapial olímpico de la noche

en ilotas búsquedas de comida

como salarios escasos para guerrear en honor

a zeus o a leónidas el fiero

lunes, 24 de noviembre de 2008

Una mujer de pie

"... el poema es (...) poesía erguida."
Octavio Paz
Veamos con atención: una mujer de pie perdura más en la memoria que una sentada. Esto se debe, en gran medida, a que nuestros ojos están dispuestos horizontalmente, y una figura femenina de pie, erguida como halcón en picada, marca un corte en nuestros ojos acostados y forma una cruz perfecta. Nuestros ojos son la prosa, la mujer es la poesía. La poesía no es otra cosa que palabra erguida, como mujer de pie. Nuestros ojos recorren la dramaturgia del ser; la mujer corta esa línea, esa trama, y funda el ritmo. La horizontalidad de nuestros ojos es prosaica, indiferente; la verticalidad de la mujer es poética, sensual, erótica.
Ahora miremos más detenidamente. Esa mujer está acostada y desnuda..., y nos mira a los ojos...

No morder la brasa

para comer la batata

la tiré en la ceniza calentita

le saqué la cáscara dulcecita

y comí la batata

como comer palabras

previamente abridas

y descascarecidas

para no tocar la muerte

(como te decía)

para no morder la brasa embrutecida

como morder palabras desabridas

Cadaverito

este hilo de palabras que vamos anudando nos lleva a la concreción de la vivencia como cuerda enhiesta para izar la bandera de nuestro amor que pule los ángulos rugosos de la soledad para que en círculo nos atemos al palo mayor de tus ojos y andar buscando altos soldaditos de arcilla con motivo de guerrear contra el dolor que se frunce en mi mano fría esperando tu beso caracolito lánguidamente comprimido contra la piedra que llaman camino que separa la ceremonia de tu cuerpo de mi parco trajín a ciegas en este pequeño rincón que llaman corazón sin la guarida o barco encendido en el horizonte donde te miro ocultarte lejos cerquita ancha como la noche penetrando mis sienes

Arbusto

hay que buscar la oscuridad

y en la oscuridad

la mente

hay que buscar

lo arriba

del abajo

mas no lo impactante

del recelo y el

arbusto

del verso

Escribir un poema

Escribir un poema

escribirlo de una

de a dos

de a tres

en masa

pero escribirlo y que se entienda

no escribirlo por terror al olvido

no escribirlo por amor a la nada

ni por marchitaciones del hambre

ni por miserabilidad

ni mucho menos por ternura

por floridismo altisonante

por alaciones de almas que tocan la barriga de dios

y se creen diosas / entelequias

búnkeres floridos de perlas

franciabundo ámbito de los narices parada

Escribirlo porque sí

o / ¿por qué no?

o porque mucho sobra en la boca

o porque suena un grillo en la puerta

pero escribirlo y quererlo

y sentarlo en la cuna y acostarlo

y acompañarlo al jardín

y remendarle la bolsa

y emparcharle los pantalones gastados

y sopapearle el orgullo para que aprenda

y azotarlo a martinfierrazos para que entienda

y refrendarle las actas de muerte y nacimiento

y solventarle los gastos de imprenta

Estado del que NADA

Amiquemeimportando estoy

arrebatadísimo al horno

con la cresta muerta

levitabundo y sincópico

pastoreando nervios

cuasimodeado de antemano

ceroizquierdado y con cerumen

entrecuatroparedeando

solilocudo

despelado

cascarudo

negrodemierdado

granaldeado el opa

mensajedetextudo el tuerto

desaconsejado deliberantemente

panfleteado en las paredes

neandertalizado a mansalva

basurólogo

cartonudo

cortovisto

visto poco

cocofúsico

autoantropofágico

confuciano

confundido

confundible

con función de rata y royendo muros

Oliverio gira

El apellido de Oliverio gira en la ciudad como un torbellino,

desparrama las poesías que se escurrían por los retretes

hacia la cloacas,

pero Oliverio las junta como quien mete basura en un camión.

Oliverio ha derribado las columnas de la casa que lo cubría,

esa casa de paredes apelmazadas de palabras como engrudo.

Oliverio sigue girando en la ciudad y nadie lo advierte,

pero a su paso va mezclando

las casas con las calles,

las estrellas con las palanganas,

las mesas y los alumbrados,

los faroles y las damajuanas,

y a ese cóctel urbano agrega el único pretexto de no escribir sino

en vano y para la eternidad.

Gira y gira el apellido arremolinado,

se enrosca en los postes,

las alfombras,

los tejados,

las iglesias,

los quioscos que no dejan ver las golosinas.

Se arrolla a un árbol de marfil tallado a mano alzada y revela el desperfecto de que ha perdido su aroma africano a elefante.

Y así, Oliverio no cesa de girar.

Se ha vuelto un adicto a los tornados

porque, como poeta, descubrió

que aún al más amigable, que venga por detrás a darte una palmada de viento,

se le escapa un rayo.

Pábulo y poesía

La necedad, el yerro, el pecado, la roña,

ocupan nuestras almas, trabajan nuestros cuerpos…

BAUDELAIRE. Las flores del mal

todo poeta es en palabras un rupturista

mas el tremendo tifón que escupen la academia y la historia

no se soslaya de un plumazo

paso a paso el poeta gira sobre su talón y se hunde en su lodo

en su propia creación que no es otra que la ajena

la acción de la poesía sobre la sociedad

es la de una colérica piedra

podría causar gran destrozo con golpes repetidos

mas nadie se atreve a arrojarla

el poeta es un vil inocente

un déspota atado a las cadenas del vacío

cree haber edificado un imperio semejante a los

pulpos de la comida rápida

pero a veces no llega a perpetrar siquiera su mísero plato

de comida

lleva a la mesa su trozo de pan

y come las achuras con la misma rabia

y la vanidad

que un perro

al que le tiraron los huesos pelados de pretéritos banquetes

¡cuántos necios han visto en la poesía el atalaya de la especie!

¿no aprendieron la lección del albatros?

milenios de capitalismo real

milenios también de poesía pretenciosa

falaz

¡basta de sutilezas y de espejismos!

es preciso echar al fuego que arde en las rutas con dirección

al mañana

los gordos ganados de artilugio

para que al fin la poesía

sea pábulo para las masas

para que al fin la poesía

sea hecha por todos

Postración

Mi alma dandy, baudelairiana,

espectro disconforme consigo,

se tatúa toda llena de sangre

y sanguijuelas,

y errabunda como es

quiere que no la vean,

quiere pasar desapercibida,

por eso usa collares de lengua

y sombrero de fuego requemándole las crenchas.

Mi alma indómita,

rebelde, recalcitrante, suicida,

secretamente sumergida en opio,

en jugo de aves que ya no desparraman su vuelo

con pedantería,

se lava la cara con gesto de alma poseída,

desvaída,

borracha de calorías, obesa,

despilfarra lo poco de seso que queda en sus bolsillos.

Mi alma cantora

babea en el sillón como para

que no la vean.

¡Te ven, alma, te ven!

¡Vente conmigo, querida!

¡Sácame la postración de mis piernas!

La alegría de la manzana

¿Para qué alegría ríe la torpe manzana de allá lejos?

¿Para mi boca?

¿Para mi lengua?

Se jolgoriza con una bocanada de espíritus errantes y etílicos. ¿Por qué no asume su responsabilidad de jolgorista narcisa y confiesa su egoísmo y su desdén más cosmopolitas, y acepta —¡burócrata!— que sólo está pensando en el glorioso instante de ascender a sidra?

(Tal vez

acaso

entonces

luego)

No sé

pero ríe con su carnal alegría de manzana en

proceso

de pudrición

Poema sin nombre

Si venzo tempestades de rubí

si se agita entre las sombras el demonio de Baudelaire

si en una página de mi conciencia

se bifurca un río de semillas

y germinan las ideas

en el intrincado laberinto

Cuando el mundo de los versos

las cadencias y las notas

reverberan en mi mente como el lodo de mis pensamientos

que demoran mi palabra

Si logro que mi verso

imite a los hombres que llueven

y en el perfume chocolatado de la tierra

se logre apreciar mi rostro garbo hecho de barro

y la doble lengua reptil de este pasado

en que macero mi fama de ostra

sin la lumbre que infunde el veneno

a las borlas tumorosas de rotundos hemistiquios

Sólo así podré decir

sólo así podré corroer a lengüetazos el bronce

los calígulas de la nada

sólo así beberé de tu pecho

y me enamoraré

Poema escrito por nadie

las cosas cierran los ojos

ante la palabra

las letras de pan flotan en la nada

como un ánima

el verso desovilla la trama

de objetos

cada palabra es una feta de ese gran fiambre que es el mundo/ del otro lado del mostrador pido que me envuelvan mis cien gramos/ lo llevo a la mesa corto un gran trozo de hedonismo para mi desangrado corazón lo ovillo ínfimamente en la noche que queda cegada detrás de unos barrotes de eternidad

¿quién escribe estas canciones?

no es el aire

¿quién escribe estos objetos?

no es el mundo

¿quién escribe en esta tarde?

no es el día

Oficio

En el borde de una sombra conjugué estas

letras de canciones olvidadas

Bajo el sombrero de mi alma me avoqué a la

tarea de matar mi ausencia

Agachado junto al río retorcí la tela de agua

que cubría mi lenguaje

Con mucha paciencia

Con mucha desorbitada paciencia

Entre unas manos

Entre unas doloridas manos me bebí el oficio de juntar

los cartones del bulevar donde mendiga la palabra

Con mucha paciencia

Con mucha desorbitada paciencia

Autorretrato de un hipócrita

Yo, modestamente, soy el mejor del mundo.

Tengo la modestia exacerbada

que exalta mi orgullo como a un león.

Modestamente me peino una cabellera

tan sedosa como la piel de un guepardo.

Desorbitadamente y sin exagerar

puedo decir, modestamente,

que tengo el rostro como un verdadero sol radiante,

unas manos de Sansón,

unos labios dignos de un arcángel.

Tengo la necesidad de ocultar mis otras dotes

para evitar que una manada de mujeres

se me cuelgue de las rodillas.

Con la más elocuente modestia

concurro a conferencias sobre arqueología aborigen,

procurando no despegar los labios

con tal que no se percaten

de mi más unánime inteligencia

y mi modestia.

Modestamente, trataré de escribir

sin que el talento me brote por los poros

a fuerza de que nadie salga humillado

en sus más hondos sentimientos humanos.

Pero creo que será mejor dejar de acariciar la belleza

con mi pluma excelsa,

y quiero, para terminar,

que quede bien claro que, si yo no hubiese existido,

jamás podríamos estar hablando de modestia.

El malhablado

Soy el malhablado,

o sea, al que mal-le-hablan.

Las palabras se embrutecen y me las arrojan a la cara

como ladrillazos.

Tengo un adjetivo incrustado en la nariz,

hay verbos que pululan en mis ojos

y compiten por ser futuros perfectos;

un sustantivo insolente me taladra el oído medio

y se agarra a trompadas con el ramillete de artículos

que no lo quieren modificar ni indirectamente;

una jauría de circunstanciales de lugar

ya marcó territorio en mis mejillas

y en el circo de mi boca, de labio a labio,

tensaron un renglón por donde pasan

preposiciones equilibristas.

En esta situación, apabullado de categorías,

camino por el pasillo que tiene aroma a café cortado

con leche cortada

con tostadas cortadas

con cuchillo sin filo que se posa sobre la mesa

con la languidez del azúcar en el café.

Y so ningún pretexto me hallo otra vez peleando con palabras,

les invito amablemente un café

y se zambullen y salen, empapando mi ropa.

Pero ahora —lo sé— vienen por mí,

me lo dice la gangrena que me causan al entrar en mi garganta.

Y sin permitirme siquiera hacer gárgaras,

o acomodarme la glotis con una suave tos,

me ordenan:

“¡Vamos, habla!”,

y yo, sumiso poeta, obedezco

y digo estas cosas…